“El Dingki-Dingki en los tiempos del SIDA”

 Por Lucila Funes* 


“El Dingki-Dingki en los tiempos del SIDA” no abunda en vestuario, actores ni escenografía, pero eso no significa que sea un “teatro pobre”. La vivacidad de su música, la sencillez de los diálogos, la fuerza de sus mensajes y la actuación fresca y versátil de su elenco son los que mantienen a los espectadores inmersos en la obra de principio a fin. Tampoco falta el toque de humor, un humor que –como el color en las noticias- está asido a una intencionalidad, convirtiéndolo en sorna frente a un sistema social que condena a quienes padecen el SIDA, pero que con su hipocresía orilla a contagiarse cada vez a más personas. 

Esta obra teatral, escrita y dirigida por Rafael Murillo Selva, fue montada inicialmente entre febrero y mayo del 2003, por el grupo teatral de la Escuela Normal Mixta de la ciudad de Trujillo. El pasado 26 de abril fue su función de gala, a cargo ahora del grupo teatral de la Universidad Pedagógica (UP). El Dingki-Dingki en los tiempos del SIDA nació como una expresión cultural para difundir los resultados de una investigación sobre la prevención del VIH/SIDA, financiado por el BID entre enero y mayo de 2002. La investigación concluyó en la necesidad de informar sobre este flagelo mediante formas culturalmente apropiadas. 

De ahí que en la obra se expresen tres lenguas y tres culturas: la ladina, la misquita y la garífuna, perfectamente comprendidas por el público gracias a la “universalidad de los códigos teatrales”, como lo ha expresado su director. Entre esos códigos universales sobresale el baile como la posibilidad de una expresión de erotismo desenfrenado, mediante el cual se satiriza la idea de que “el que muere de SIDA muere de amor”. El Grupo Teatral de la UP mostró en esta obra la versatilidad de sus diez noveles actores representando a 39 personajes diferentes, en un desdoblamiento sutil que pasa inadvertido al espectador, lo cual es de por sí un acierto. 

Estos actores y actrices, que debutaron como tales en la obra dirigida por Murillo Selva, son originarios de diversas comunidades de los departamentos de Gracias a Dios, Colón y Francisco Morazán. De ahí que las situaciones y personajes que encarnen no les sean ajenas. La trama es sencilla y lineal: cuenta la historia de dos jóvenes adolescentes que con el esfuerzo de sus respectivas familias son enviados a la ciudad a proseguir sus estudios, con el sueño de que terminen una carrera que les ayude a mejorar sus condiciones de vida. La ciudad –sin embargo- es un señuelo tramposo que les tiende sus encantos y los seduce por un camino equivocado. 

La obra muestra que el riesgo se multiplica frente a un sistema educativo escolástico y creencias culturales que los asumen al margen del contagio. En el camino hacia un desenlace fatal, la obra desnuda o sugiere la existencia de presiones sociales y culturales (propias e importadas) a que se ven expuestos hombres y mujeres ante el tema de la sexualidad. 

Los primeros por ser forzados a prácticas promiscuas que exacerban su machismo y las segundas porque la práctica sexual –o el “Dingki-Dingki”- sea entendido como una prueba obligatoria de amor. Otros problemas son también esbozados como factores coadyuvantes de prácticas sexuales riesgosas, como la migración, la pobreza, los embarazos no deseados y la falta de oportunidades. Se trata, en fin, de una historia muy bien hilada y colorida, en la que la sexualidad no ha sido vulgarizada, que conduce a la reflexión y que constituye una alerta sobre el SIDA, una enfermedad que desde hace tiempos dejó de ser una simple amenaza, para convertirse en una realidad de extremo riesgo. El final, que como es previsible, concluye con la muerte de los personajes principales, mueve a la reflexión de los espectadores hacia la búsqueda de respuestas para un futuro que debiera ser menos desalentador, cuando se preguntan y preguntan al público: “¿Por qué? ¿En qué hemos fallado?”. 

Como siempre, en esta obra se siente la mano y la experiencia de Murillo Selva, que tiene en su haber importantes dramaturgias colectivas, como el Bolívar Descalzo, montada en Colombia, o Louvavagu, que es una de las piezas más importantes del teatro hondureño. “Dingki-Dingki” ratifica también esa faceta “docente” de Murillo Selva, no sólo por orientar a un grupo de jóvenes que no son teatristas profesionales, sino por subrayar el valor de esa expresión artística como vehículo cultural y de comunicación social. Infortunadamente, el público sigue siendo el gran ausente en este tipo de esfuerzos; un público que llega a cuentagotas, excepcional entre una masa cada vez más alienada de espectadores atados los grandes circos mediáticos de hoy: el fútbol o la telebasu.

 * conexión.com. Edición N° 5Tegucigalpa, Honduras 16 al 31 de Mayo del 2004 

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