EL TERREMOTO: San Bartolomé de Milpas Altas, Guatemala, 1976.

INTRODUCCIÓN: QUINCE DIAS BASTARON*


 (...) Nadie creía que los campesinos pudiesen hacer teatro con un mestizo (como yo, por ejemplo). Existen problemas cuyo origen es económico y que han degenerado en problemas raciales. Por otro lado, se trata de personas que no manejan bien la lengua castellana. Cuando Ana Echeverría y Miguel Ángel Sagone me pidieron venir a la comunidad donde coordinaban proyectos sociales, acepte sin pensarlo dos veces y me traslade a compartir la vida durante quince días con los habitantes de la  comunidad de “San Bartolomé de Milpas Altas”. 
No sé cómo se producen los contactos que tengo con la gente... como en El Bolívar Descalzo, reuní a hombres, mujeres y niños de toda condición, y les dije: “Vamos a cantar, a bailar... a ver qué da esto...”  No tenía ninguna pretensión. Al principio los campesinos tuvieron cierta reserva pero al ver el método de trabajo, entraron a colaborar. ¿Cuál es ese método? Pues muy simple y algo difícil de realizar a la vez: permitir y hacer que la gente se exprese libremente y sean dueños y responsables de lo que hacen. Es una maravillosa experiencia ver que una persona puede crear a partir de una situación que le concierne. Nos nutrimos de la realidad del terremoto: ¿Qué le sucedió a don Julián?,” Pues que se le vino un muro encima”... ”que a mi papá se le murió una vaca”... ¡Pues eso vamos a hacer! Sin tantos problemas, sin retórica, y al hacer las cosas, ¡es fascinante! Las contradicciones salen sin que el director vaya buscando a priori un mensaje político lo que no es el caso con esta gente que se expresa libre y espontáneamente, y que no sabemos si son católicos o marxistas.
El mensaje político va implícito porque así es la vida, contradictoria. Y sin vocinglería, simplemente (los campesinos) nos mostraron algunos de los problemas que como consecuencia de la catástrofe se presentaron. No llegaban los alimentos... ¿Por qué? Por la desorganización de las autoridades. Que los artículos de consumo diario aumentaron de precio de manera considerable... ¿Por qué? Por la voracidad de los comerciantes que subieron su valor de un día para otro en cien por ciento, y así, otra clase de problemas. Esas denuncias hechas no por un intelectual ni por un político sino por el mismo pueblo que sufría las consecuencias, tienen un gran efecto político. Mi tarea, como en El Bolívar, fue la de armonizar y armar todo el material que los campesinos brindaban. Cuando llevamos la pieza a la capital, a la universidad, todos se quedaron con la boca abierta... y todo ello sin demagogia, si  falsificar la realidad. Por ejemplo, en medio de una de las escenas una actriz entró tomando una coca cola gigantesca, lo que no estaba previsto en el montaje, y eso simplemente porque tenía sed y se salió de la escena a comprarla, el público inclusive creyó que esa acción formaba parte de la obra.

Como, efectivamente, todo puede caber sobre la escena cuando resulta natural u orgánico, la presencia de ese producto invasor no ofendió a nadie, lo que quizás ayude a demostrar que la penetración, se quiera o no, está en todas partes, y que no es el caso de creer a pie juntillas en el “inocente”, “primitivo”,
Incontaminado. (...)

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*Tomado de la entrevista: “Rafael Murillo Selva: Un hondureño insólito” por Claude Namer   Revista “ALERO”.  Universidad de San Carlos de Guatemala, número 24, Mayo-Junio de 1977. Reproducida en el número 30, Abril-Junio de 1978,  en la revista CONJUNTO, Casa de las Américas, La Habana.




Fue por iniciativa de los estudiantes de Ingeniería de la universidad de San Carlos de la ciudad de Guatemala que la obra se presentó en los recintos de la misma y para tal ocasión se publicó este documento.



JUNTA DIRECTIVA  A. E. I.  Y ACCIÓN  POPULAR ESTUDIANTIL
FECHA: JUNIO 15
HORA: 17: 15

 PRESENTACIÓN


La mutilación de la cultura del pueblo, por “Españoles fieras con car humana”, ha continuado a través de cuatro centurias.
Esta mutilación sistematizada, ha dado sus agrios frutos. Ya que negándole el acceso a la riqueza  del pueblo, el explotado es marginado de una posible participación, en los problemas de su comunidad. El teatro es una expresión  de la conciencia popular. Pero el oprobio permanente, a que han sido sometidos los sectores productivos del país, hace que esta expresión sea tan solo una tentativa. Pero las tentativas, se transforman en golpes, cuando están impregnadas, por la sencillez y la verdad. Y este es el caso del GRUPO CAMPESINO 13 DE FEBRERO. DE SAN BARTOLOMÉ MILPAS ALTAS. Quienes en un trabajo de IMPROVIZACION COLECTIVA, nos muestran en  forma clara y consecuente, lo sufrido con el fenómeno terráqueo-económico del  4 de febrero. Situación que se agrava, pero que nunca disminuye en todos los sectores campesinos, e indígenas, que ellos representan. El interés de este grupo, es expresar en forma bella y sencilla, los problemas del diario vivir.  ¡Qué mejor expresión que el Teatro Popular! El texto que orienta todo el espectáculo es narrado por la autora. La obra, y la música son improvisaciones colectivas, que son llevadas a cabo con una seriedad absoluta. Ha emergido de sus necesidades de lo que sufrieron. No son distorsionadores de la realidad y es por esto que aunque momentáneamente les han negado su verdadero lugar, en la cultura nacional, no por esto dejan de ser la esperanza de Triunfo Popular. Estos hombres muestra cuán grande es la creación, el espíritu, la disciplina y a inteligencia del campesino. Montando una obra teatral, en CINCO ensayos de dos horas cada uno. Cualquier grupo pequeño-burgués hubiese necesitado, tantos ensayos iguales al número de sus contradicciones. El contacto de los campesinos de este teatro, fue logrado por Rafael Murillo, en los primeros días que siguieron al terremoto. Cuando la universidad de San Carlos envió las primeras brigadas de auxilio, a esa población. Rafael, llega en forma admirable, al corazón de estos hombres, olvidados por siempre presentes en el gran teatro de la patria.











"EL TERREMOTO" EN ESCENA.  Mario René Matute *


El día martes quince de este mes, un grupo de vecinos del municipio de San Bartolomé, Milpas Altas de Sacatepequez, se hizo presente en varias facultades de la Universidad de San Carlos. En sus alforjas no había ninguna demanda, ninguna solicitud, ningún llamado de auxilio: son actores de teatro y trajeron su mensaje vivo y fecundo, profundamente creativo y aleccionador. Su obra se llama así: El Terremoto, la fueron organizando colectivamente, con los aportes que cada uno iba sugiriendo hasta concretar una secuencia de estampas campesinas de una sugestividad delicada y lógica, acabadas. En la escena va desfilando: el amanecer, el desayuno, las labores campestres, el crepúsculo manso, la noche amenazadora con inciertos augurios de catástrofe, la agitación de los animales, el asombro de los hombres, la sacudida telúrica, la tragedia, la escasez, las penurias, la muerte y la decisión de volver a la vida y conquistar, con alegría un futuro menos doloroso y torcido. La obra está concebida con el ritmo, las costumbres, el vocabulario y las emociones de la vida campesina, lo que en ningún momento significa chocarrería, pobreza de recursos, limitación expresiva. Todo lo contrario, la sutileza de una mentalidad sagaz, la caricatura elemental pero adecuadamente conseguida, el buen humor, original y sin ambages, el uso correcto de un léxico claro y suficiente, lo que para muchos fue una sorpresa porque al campesino se le concibe siempre opacado e inexpresivo. Son algunas de las características predominantes de esta obra teatral del pueblo. La crítica, por momentos jugosamente burlona, se inserta en párrafos y diálogos que retratan la vida real: la carestía de la vida, el pretexto del terremoto para subir los precios, el sufrimiento por la falta de auxilio en los primeros días...
Los recursos que se despliegan a cada instante, le dan un colorido cautivante a la presentación: el canto de los pájaros, el ladrido de los perros y el aullar de los coyotes, la imitación del galope, del zumbar de motores en la carretera y hasta una canción que el propio autor, muy buen guitarrista además, ha incorporado como remate de la obra. Todos los participantes poseen excelentes capacidades dramáticas; resalta Marcelino, un chico de unos diez años que anuncia la presentación y se lanza con un papel simpatiquísimo que arranca constantes aplausos al público. La ignorancia urbana no sale de su asombro al sentir ahí frente, la voz legítimamente campesina haciendo arte y desde el arte crítica social, pero sobre todo, buscando la mano del universitario de la manera más amistosa y constructiva. Esta vez no fue la universidad la que se extendió al campo, se le adelantó aquel y vino a sus propios recintos con la autorizada palabra de los auténticos autores de la obra que también son actores de esa esforzada y cuasi anónima vida de los pequeños poblados.

Calurosas felicitaciones al grupo Teatral de San Bartolomé Milpas Altas y que sigan adelante con su labor educativa para enseñarle a los doctos lo que sólo se aprende en el trabajo y en la lucha por la existencia.


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 * Revista "PUNTO DE VISTA”, Guatemala, Junio‑Julio, 1976 y reproducido por "EL CRONISTA”, Tegucigalpa, 5 de Agosto de 1976.

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