MARIO GALLARDO

“LA DANZA CON LAS ALMAS”: DEL TEATRO AL RITUAL 9
MARIO GALLARDO (Academico y Escritor Hondureño)


 Suplemento “Umbrales”, Diario Tiempo, San Pedro Sula, 15 de Junio de 2000.


I Antecedentes.

Una vieja leyenda garífuna cuenta la historia de dos pescadores que acostumbraban salir juntos a la mar, no obstante, la suerte no les sonreía por igual, pese a que lanzaban sus cuerdas en el mismo sitio. Al pescador desafortunado se le ocurrió que el asunto era llegar primero y sin decir nada a su amigo, ––a quien ya veía como un envidiado rival–– se enfiló en solitario hacia el puesto favorito de pesca.

No había pasado mucho tiempo cuando sintió que algo grande se había “pegado” a su anzuelo, tiró con todas sus fuerzas y vio brotar del agua un voluminoso cofre. Inmediatamente las ideas de riqueza instantánea llenaron su mente y, sin pensarlo dos veces, abrió el baúl... pero en lugar de tesoros surgieron de su interior multitud de espíritus ancestrales.

El temor sustituyó a la sorpresa al escuchar el pescador la extraña petición de los “gubida”:  “para que puedas vivir en paz, tu y toda tu familia, deberás alimentarnos a nuestro gusto, enterrando la comida en la playa, de lo contrario te arrepentirás toda tu vida”.
Este sería el origen ––según fuentes orales–– del rito “dogü”, tema y sustrato de la aventura escénica que el teatrista Rafael Murillo Selva emprende junto al pueblo garífuna, específicamente en la localidad de Triunfo de la Cruz, donde ha montado con el grupo LanígüiMúa (Corazón de la Tierra) la obra “La danza con las almas”. Segmentada en dos actos, “La danza con las almas” es, en su nivel epidérmico, la historia de Johnny Arzú, garífuna que ha hecho realidad su “american dream” en New York, donde vive desde hace varios años junto a su hermana.

Una mañana Johnny es presa de un extraño malestar ––que atribuye a su hartazgo de “junkfood” de la noche anterior–– al que intenta combatir tomando una Alka-Seltzer. Sin embargo, el público ha visto que en realidad el garífuna ha sido acosado mientras dormía por una extraña figura envuelta en un manto blanco: un gubida. Pese al antiácido el malestar continúa, por lo que interviene su hermana, que prácticamente le obliga a que vaya donde el doctor. Johnny es atendido por el médico, quien, tras hacer gala de la profundidad de sus conocimientos, de su ciencia, le garantiza al enfermo que ya está curado de su mal. Arzú se marcha feliz, pero al llegar a su casa recae. Es entonces cuando su hermana le recomienda volver a su pueblo, en busca del remedio para su extraña enfermedad Johnny se muestra escéptico y le pregunta cómo podrá encontrar alivio en su natal aldea garífuna “si ahí sólo ignorancia hay”.


Acto seguido le recuerda que “hasta la ciencia de la gran ciudad ha fallado en sus propósitos”. La respuesta de su hermana es que, si no encuentra la ansiada cura, entonces “al menos podrás descansar”. El retorno a la aldea marca el momento en que el tema fundamental será planteado: el enfrentamiento entre el mito y la ciencia, entre lo viejo y lo nuevo, gestado en torno al mal que aqueja a Johnny, que en su enfoque etnosiquiátrico ha sido definido por Bianchi como “enfermedad gubida” (2) y que para el garífuna tiene un remedio único: el rito dogü. La “estructura profunda” de este enfrentamiento se manifiesta en el recién asumido pensamiento “moderno” de Johnny, que inconsciente de la originalidad y la pujanza de su legado cultural lo ha sustituido con los mitos rudimentarios, improvisados y fragmentarios de la gran urbe.

Pero el bienestar material alcanzado por Arzú también ha implicado su empobrecimiento espiritual, y su “áfurugu” al volverse liviano, débil, permitió que los espíritus le enfermaran. En el “texto oculto” que subyace en el relato, las causas de esta enfermedad se trasponen más allá de lo inmediato, no tienen origen físico: el mal que aqueja a Johnny es un castigo que le han impuesto sus ancestros en represalia por haber abandonado sus costumbres.
Esto se confirma al retornar la pareja de hermanos a su pueblo. Allí, en Triunfo de la Cruz, la “búyei” ––luego de precisar el origen sobrenatural del mal–– consulta a los espíritus “hiuruha” para iniciar los preparativos de la ceremonia “dogü”, a través de la cual se intentará apaciguar a los gubida para que accedan a eliminar los padecimientos del protagonista. A partir de ese momento la anécdota cede el paso al ritual y todos los presentes serán testigos del desenvolvimiento de la ceremonia máxima del entorno religioso garífuna: el “dogü”. Poner en escena este ritual es desnudar parte del alma garífuna. Ernestina “Neta” Fernández, que interpreta el papel de la hermana de Johnny, recuerda que sintieron algún temor cuando Murillo Selva les pidió que montaran la obra; temían a la reacción de la comunidad, cuyos miembros podían molestarse ante esa intromisión en una de las ceremonias más representativas y probablemente la mejor “preservada” de su cultura. Más adelante, Neta reveló que varios garífunas les advirtieron que estaban “profanando” el rito para hacer negocio, pero los miembros del grupo llegaron a la conclusión “que la obra había que montarla y estaría dirigida a los jóvenes porque ellos ya no creen en el dogü, para que aprendieran no sólo a tener fe, sino a respetar nuestras tradiciones”. (...)

En el mes de mayo de este año asistimos a una representación de la obra en la cual pudimos definir entre los garífunas presentes dos actitudes con respecto de “La Danza con las Almas”: durante el primer acto rieron a carcajadas con las peripecias de Johnny; ya en el segundo “cuando se representa el ritual” su actitud se tornó más seria y la tensión fue creciendo hasta llegar a una expresión plena de satisfacción cuando “el dugú” llega a su fin y el protagonista se ve libre de la influencia de los gubida y recobra la salud perdida. A juzgar por lo que vimos, el objetivo de Lanígi Múa se habría cumplido.


La Paradoja.

Si bien este momento marca el triunfo de la tradición sobre la “modernidad”, del ritual sobre la ciencia, también es el tiempo de la paradoja: al momento final de la celebración ––a la que se han integrado varios miembros del público–– Johnny anuncia su decisión de regresar a New York, porque en Honduras no encuentra “ni trabajo ni esperanzas de superación”. Tras el anuncio se esconde el drama ––el verdadero, no el teatral–– expresado en la ruptura, la fragmentación que en la actualidad experimenta la cultura garífuna, enfatizada en un aspecto fundamental: el paulatino decaimiento de la lengua.
He aquí la paradoja, la inversa simetría entre el teatro y la vida, Murillo Selva y LanígüiMúa optan por un “happyend”, el triunfo de la tradición, la vuelta a la inocencia, pero al cerrarse el telón imaginario de “La Danza con las Almas”, también se marca el retorno a la opacidad del presente, donde el desenlace de la historia no siempre es tan afortunado. (...)

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