EL TEATRO DE LA ALEGRIA Y DE LA AUDACIA Sergio Díaz*


(Traducción del Francés)


Y si, la alegría como también la originalidad, la audacia, la síntesis son a mi criterio, las líneas características del teatro de Rafael Murillo Selva, director y profesor de teatro de Honduras que la crítica continental ha honrado varias veces. ¿No es una audacia jocosa y original la síntesis que él hace de la ciega jerarquía militar en su obra Huracán Fifí? Sobre la escena dos actores y como único decorado una escalera de cinco gradas, el primer actor gira sobre sí mismo... suena los talones, saludo militar reglamentario, e inmediatamente sobre la primera grada, un capitán que a su vez dos gradas más arriba será, a fuerza de automatismo, General. Toda una tragedia nacional reflejada en un juego escénico de una frescura infantil, en donde la ingenuidad se convierte en el más alto grado de ironía sangrienta.

Tal vez voluntariamente (hay muchas cosas que él conoce y que él dice ignorar) Rafael Murillo Selva recorre de un extremo a otro en cada una de sus piezas todas las etapas ancestrales del juego del teatro: el animismo es el elemento primario y pasivo; en tanto que la magia es el elemento activo de esta extraña "Religión-Teatro" que uno práctica. Oficiando como "médium", él lleva a sus actores hacia un juego mimético que será la piedra angular de toda su construcción teatral que, dialécticamente convertida en representación, obligará al actor a pasar por la etapa sutil del distanciamiento. A primera vista puede creerse que se trata de un esquema descarnado e intelectual, pero el placer, la frescura que él impulsa en sus actores va a darnos el toque mágico, el aire que faltaba y que provoca la respiración de la obra teatral, que a partir de ese momento toma vida propia, independiente.

Murillo es un hombre de teatro, de pensamiento audaz e inquietante: al lado de Don Anselmo un gentil-hombre que él vistió con símbolos y expresiones corrientes de su país, y que aún los espectadores franceses, (que en los trópicos sienten la nostalgia de la "ComèdieFrançaise" y que en Francia la desprecian, la encontraron exactamente "molièresca"); está el trabajo de escritura colectiva del Huracán Fifí, la dirección rocambolesca de Sebastián y la epopeya de trabajo de recopilación de material, en el seno de las poblaciones marginales. La estructura que dio a su obra monumental El Bolívar Descalzo, pieza construida en trabajo colectivo con campesinos de Colombia, así como el espectáculo que él montó después del temblor de tierra en Guatemala con las poblaciones indígenas de las altas mesetas de este país, son algunas muestras de su original y rico trabajo.

Es a justo título que la crítica del Festival del Teatro Chicano y Americano, celebrado en México en 1974 premió Sebastián, que el Festival Universitario de América Central y del Caribe celebrado en 1975 en Costa Rica, premió el Huracán Fifí, y que el Festival Mundial de Teatro en Guatemala en 1976 premió El Canto del Fantoche Lusitano que él realizó con el "Teatro Experimental Universitario La Merced" (Honduras) y que nos presenta hoy con un grupo de actores franceses. Yo estoy seguro que el público parisino apreciará la frescura, la alegría y el rigor del trabajo realizado.
 

*Sergio Díaz  vivió  en Tegucigalpa en calidad de exiliado político (1973-1976) tiempo durante el cual se vinculó a las actividades de nuestro grupo.
Master en Arts, Réalizateur de Cinéma et de Thêatre, en la Universidad de Vincennes, escribió esta nota en París, Mayo, 1977  en ocasión de la presentación de la obra “El Canto del Fantoche Lusitano” en esa ciudad.   Este texto se publicó en el diario "LA PRENSA", Managua, Nicaragua, 5 de Noviembre, 1977 y en el diario “LA TRIBUNA”, Tegucigalpa, Honduras, 17 de febrero de 1978.

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