Remembranzas sobre teatro.* Ramiro y Cristina: Una experiencia Ritual. Alexis Ramírez


Los cultores del bien estar descubren al actor como un ente capaz de escudriñar las infinitas posibilidades de la experiencia; capacidad que lo convierte en foco de escándalo y en víctima propicia para el anatema, debido a que “el actor está en la posibilidad de inventar los signos o símbolos de participación que, sugiriendo los obstáculos que debe tratar de superar (la creciente heterogeneidad de los grupos en las sociedades históricas), propone también una intensa fusión de las conciencias del público y amenaza seriamente la inmovilidad que, con sus costumbres, sus leyes y sus ritos desean establecer como sistema social imperecedero”.

El teatro es irreverencia, acción delictiva, rito pagano y vulgar, pues no existe nada más irreverente, delictivo, pagano y vulgar para la elite dominante que la realidad, la búsqueda de conocimientos y todo aquello que realiza el pueblo, sobre todo si lo hace sobre el entablonado de un teatro popular. Y he aquí lo que se atrevieron a realizar Ramiro Osorio y Cristina Cepeda en el TEUM (Teatro Estudiantil Universitario La Merced):
Era el año 1973. Meses antes él comenzó a viajar hacia el norte; ella hacia el Sur. Cualquier desviación, la más mínima perdida de tiempo hubiera evitado el encuentro. Una noche él llego con el cuento de la historia del zoológico de Edgard Albee, que aprendiera en Colombia; ella andaba con su acento mexicano por aquí y por allá. El continuaba viaje supuestamente al día siguiente; ella no tenia idea de sobre qué hacer con aquel sur que la llamaba y que le impedía continuar a la vez. Algo de la magia teatral se había desbordado de la escena y les retenía aquí en Honduras, donde corvengian y daban fruto efluvios poéticos nuevos, inquietudes pictóricas gremiales, ebullición teatral renovada….

En algún ensayo sociológico sobre esta especie de renacimiento que probablemente se iniciara allá por 1969, se mencionará y estudiara a fondo las causas históricas que desencadenaron aquella actitud hirviente de afán creativo.
Al fin, Ramiro se integro a la comida y la bebida catracha, al grado que solicito participar en una obra. Cristina hizo otro tanto y ambos subieron al entablonado como actores de “Don Anselmo”, una versión libre del “Burgués Gentilhombre” de Moliere, dirigida por Rafael Murillo. Cuando el oficial Mayor del Concejo Metropolitano del Distrito Central dijo: “Este es una boda legal, los contrayentes declaran el escenario de este teatro con su domicilio habitual…” nadie creyó lo que escuchaba; pero sonaron a continuación los ritmos de una música nupcial garífuna, se repartieron copas entre los espectadores y el P.M José M. Taixes declaró solemnemente la

realización de la boda. Aquello era verdad, la obra no continuó normalmente. Alguien preguntó: “Esto es teatro o es realidad…”

No sabemos si la persona que hizo aquella pregunta ha logrado averiguar que el teatro es tan real como la vida, y que es la vida misma para el actor, el director, los escenográfos, tramoyistas, etc. Y el publico que, quiera o no, participa en ese fenómeno creador de conducta social.
 

 *Texto entregado por el autor personalmente





































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