Sebastian sale de compras

Al encuentro con la frescura

Una versión del texto escrito por el guatemalteco Manuel José Arce sirvió de base para el despegue de la creación escénica del Teatro Experimental Universitario La Merced (TEUM) en el año de 1971. Por esa época, el grupo se “aventó” hacia unaaudaz aventura hasta ese entonces inédita, al menos en Honduras: la toma, sin pedir permiso de un antiguo inmueble situado en el centro histórico de la ciudad y en el que anteriormente se había alojado un convento (La Merced) y un centro universitario.

El local tomado originalmente por “los cómicos” de inmediato se convirtió en un centro de creación artística y agitación social ya él gradualmente fueron convergiendo creadores de toda catadura y “calaña”. Abierto a todas las ideas, creencias, colores, razas y estamentos sociales, los locales del TEUM albergaron a poetas, escritores, artistas plásticos, danzantes, teóricos, investigadores sociales, críticos y hasta alguno que otro desocupado sediento no solo de etílicos placeres sino de sana rebeldía y creatividad.

Se trataba en esta apuesta generacional de encontrarle un diferente rumbo a los lenguajes y en este sentido varios de ellos y ellas supieron andar el camino que les conduciría hacia el encuentro de su propia forma. Se dice que esta generación de artistas, conocida como la de “La Merced”, estableció un deslinde en la historia cultural del país.Este mismo hecho, el de posesionarse de un bien público para desplegar una actividad artística, marcaba en cierta medida lo que habría de distinguir a las creaciones del grupo durante los seis años de su actividad: compromiso social consecuente pero escenificado con formas gozosas e irreverentes en donde la experimentación hacía ley.

En el TEUM se “jugaba” de tal manera sobre la escena que en ocasiones al publico le parecía que lo que estaban presenciando era solamente una improvisación, lo que no era tal, puesto que para arribar a ese “estado de gracia” se necesitaron algunas veces hasta ocho meses de preparación. Se busco, en este y en los otros montajes que se sucederían después, que el trabajo actoral fluyera de tal forma que para el sentir del espectador la actuación diera la impresión que se abordaba de manera “natural” o “al natural”. En esa perspectiva se impuso desde los inicios que los esfuerzos que la técnica demanda (y fue mucho lo que se trabajaba en ella) no se hiciesen tan evidente para hacer resaltar mas bien una especie de frescura, la cual, a mi criterio, mucha falta le hacia no solo a nuestro teatro sino a muchos otros que había podido presenciar en otra latitudes. Salir del almidonamiento y de la afectación verbal tan frecuentes en las escenas de entonces fue uno de los objetivos prioritarios del lenguaje formal que con afán nos propusimos encontrar.

El personaje central de la obra es un pequeño artesano centroamericano que asediado y engatusado por vendedores, políticos, prestamistas internacionales, etc. termina por caer en la tentación del consumo innecesario y de esta forma su casa es invadida por desproporcionados objetos los que gradualmente terminan por aplastarlo ya que para pagar los créditos que le permiten gozar de“esa buena vida” se ve obligado a trabajar mas allá de lo que sus fuerzas lo permiten. Con una intuición que bien podría caberle el titulo de excepcional y adelantada Manuel José Arce nos presenta a un Sebastián al que se le oferta y vende también la clase de mujer que desee y el “amor” que aspira y necesita para formar su “dulce hogar”, y hasta le garantizan “que por los hijos no se preocupe puesto que se los enviaran posteriormente en paquete postal certificado”. Cuando el personaje trata de revelarse contra esta situación es ya tarde: termina por morir sobre la escena.

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