LA DANZA CON LAS ALMAS (1996)


Poster (afiche): Regina Aguilar


En la comunidad garifuna (negra) del "Triunfo de la Cruz" en la costa caribe de Honduras. 





Portada de la revista "Fronteras" (Director: Adriano Corrales), San Jose, Costa Rica




Introducción 

UNA CEREMONIA EN ESCENA.
(LA FUERZA DELA MUJER GARIFUNA)


Un día cualquiera me encontraba descansando en las hermosas playas de la comunidad garífuna de “El Triunfo de la Cruz”. Esa mañana, Ernestina Fernández, llamada Neta, llegó a buscarme al hotelito que el profesor Margarito Colón había puesto a funcionar en el poblado. En ese entonces Neta formaba parte de un grupo de mujeres (Club Sacrificio), quienes se reunían por las tardes a practicar cantos y bailes tradicionales. Me invitó a presenciar uno de sus ensayos con el fin de que “les ayudara a mejorar la calidad de sus actos”, los cuales solían presentar un día por semana en un gran hotel de la ciudad de Tela. En la reunión se encontraban unas cuarenta mujeres, maduras la mayoría, las cuales formaban parte de las ciento y tantas agrupadas en el club. Observe lo que me mostraron, lancé algunas sugerencias y fue en ese entonces frente a aquel mujeral o mujererío que Neta, astutamente, me propuso que realizara con ellas un trabajo escénico.


Siempre he mantenido una admiración afectiva hacia las mujeres garífunas de Honduras. Sus tenaces esfuerzos por mantener vivas las tradiciones artísticas de su cultura son legendarios. En todas las comunidades los clubes de mujeres son el alma y nervio de la memoria histórica del cuerpo y su lenguaje. De ellos, por lo general, es de donde han surgido excepcionales cantantes, habilidosos bailarines y tamboristas. Son, además, el centro de las festividades de la comunidad: Acompañan los velatorios, defunciones, novenarios, las ceremonias cosmogónicas del “chogü” y el “dogü”, cantan en las iglesias y en los cultos, en los bautismos, en las bodas, en fin, podría asegurarse que sin su participación, las fiestas, núcleo vertebral de esa cultura, no existirían. Además, la mayoría ejerce como principales responsables económicos de la familia; suelen ser madres solteras con muchos vástagos y aun con toda esa carga saben sacar una descomunal energía para mover los eventos colectivos algunos de los cuales duran varios días. Son verdaderamente extraordinarias, relajadas y extrovertidamente querendonas, una inmensa fuerza interna, a pesar de la pobreza que agobia, las mantiene erguidas, activas y sonrientes. Aunque por ese entonces me había hecho el propósito de “no más garífunas en mi actividad escénica”, no pude resistir la tentación de hacer algo fuera de serie con esas rollizas señoras agrupadas en el “Club Sacrificio”. 

Cuando habité en Guadalupe tuve la ocasión de participar durante varios días en la celebración de una ceremonia muy íntima (pero a su vez abierta) de la cultura garífuna: el dogü. Desde aquel momento las imágenes del ritual (con sus toques uniformados y densos del tambor, con los pasos de la danza pisando y arrastrando suave y lentamente los pies sobre la tierra), me parecieron material inspirador para el montaje de un singular “performance”. Se lo hice ver así a las señoras y les propuse hacer una obra tomando el dogü como asunto central. La propuesta era delicada puesto que el ritual es lo más orgánico, íntimo y profundo de la religiosidad. Neta, sin embargo, asintió y con ella un
sólido grupo de señoras. El grupo teatral “LanigüiMua” (Corazón de la tierra) iniciaba así una aventura que por la época en la que escribo esta nota ( año 2005 ) lleva nueve años de recorrido.

Como colaborador excepcional de ese primer montaje contamos con la participación del artista y sociólogo costarricense Alejandro Tosatti, quien se entregó en forma voluntaria a la “causa”, aportando abiertamente sus conocimientos y su envidiable tolerancia y paciencia. Habiendo compartido buenos años de mi vida en la sociedad garífuna, en esta ocasión la experiencia adquirida en algo me ha de haber servido. Los siete meses vividos en la comunidad del Triunfo de la Cruz no fueron, a nivel vivencial, tan alborotados como los de Guadalupe. En esta ocasión cometí menos errores. Esta vez el trabajo tuvo un carácter casi voluntario, y señalo el “casi” porque el Instituto de Turismo de Honduras me asignó una suma de 30,000 lempiras para mi manutención, lo que equivalía a 4,000 mensuales (En ese entonces el valor del lempira se cotizaba a 6 o 8 por dólar una especie de igualdad ) con los cuales debía cubrir el costo de alojamiento, viajes, alimentación, etc. Esto último no fue tan “dramático” como pudiera parecer; al contrario, en parte ayudó mucho al buen desarrollo del trabajo ya que generó en el grupo una especie de igualdad pecuniaria lo que tendría por efecto la sustancial disminución de las suspicacias que suelen presentarse alrededor del dinero. Por otro lado, había llegado a la conclusión de que mi oficio era el de teatrista y no el de un ejecutor de proyectos de “desarrollo”. La dinámica del teatro comunitario, llegué a concluir, es por sí misma una potente y reveladora fuerza capaz de impulsar cambios de conducta y conciencia más profundos, quizás, que los que se puedan derivar de los proyectos asistenciales. Lo anterior tampoco significó que en el proceso de este montaje las cosas hayan ocurrido de manera totalmente relajada. El trabajo, como es normal, generó fricciones entre agrupaciones con intereses opuestos. Existen en Honduras varias organizaciones no gubernamentales (ONG), constituidas desde hace muchos años por profesionales garífunas. Algunas de ellas se consideran las dueñas y las únicas destinadas a trabajar en todos aquellos proyectos ligados al “desarrollo” de las comunidades. De tal forma que ven con mucho celo y recelo que otros se inmiscuyan en su territorio y si este otro no es garífuna, de los celos se pasa a la confrontación. Fue esto lo que justamente sucedió con una de ellas, la cual demoró poco tiempo en lanzar sus misiles, creando asi al interior del poblado, divisiones enconadas, ardientes discusiones las que en muchas ocasiones estuvieron a punto de convertirse en verdaderas batallas. Un sector de la población se oponía al montaje de la obra pretextando que con ella lo que se estaba haciendo era “vender en forma mercantil algo tan reverenciado”. Lanzaron denuncias por la radio, se escribieron y publicaron libelos en la prensa en los que se me denunciaba como “un vulgar mercader de asuntos tan sagrados”.

Confieso sin embargo, quizás por estar ya curtido de tanta incomprensión, que en esta ocasión no me hicieron mucha mella los agravios: Traté, por el contrario, de manejar la situación con la mayor calma posible. Con el ánimo de lograr un consenso nos desplazamos con Neta hacia La Ceiba, ciudad en donde tiene su oficina principal la organización mencionada. Conversamos con los directivos y les hicimos una cordial invitación para que se hicieran presentes en el Triunfo y pudieran ver con sus propios ojos lo que se estaba elaborando. De igual manera se hizo con el patronato, con las directivas del otro club de mujeres formado en el pueblo y al final terminamos por invitar a todo aquel o aquellas que quisieran enterarse de lo que hacíamos. Concertada previamente la fecha en que se realizaría la muestra, ninguno(a) de los invitados(as) tuvieron a bien presentarse.
Fue en ese momento, justamente, cuando Neta y su grupo, sin que mediara comentario de mi parte, entendieron cuál era el objetivo de los ataques (destruir la iniciativa) y decidieron afrontarlos. En esa pugna fue poco lo que yo intervine. Por esos días se vivían momentos tensos en la comunidad. Varios jóvenes deportados de los Estados Unidos se dedicaban a crear el terror: robos y crímenes se volvieron cotidianos; el tráfico y consumo de drogas era cosa corriente, a las calles y a las hermosas playas se les miraba despobladas. La alegría habitual se había evaporado y en medio de todo ello el grupo teatral persistía. Por ese entonces casado, mi esposa nunca pudo comprender cómo se podía vivir en ese medio, que por lo “tenebroso” que era entonces lo que daba era miedo. Esa fue una causa, entre las tantas, que determinaron nuestro divorcio. Pero un día los habitantes, en especial un grupo de jóvenes, dieron muestra de un espíritu cívico nunca antes presenciado, al menos en Honduras. Decididos, enfrentaron la situación, se organizaron grupos de defensa y de respuesta y de esta forma fueron sacando uno a uno a los delincuentes. Estos, al menos durante el tiempo de mi permanencia, nunca más osaron regresar. La comunidad había reencontrado su respiro.

II


Un día desayunando en mi casa de Tegucigalpa, me impactó una isquemia cerebral que de inmediato me despachó al hospital. Se supo de esta enfermedad en el Triunfo y lo que varias mujeres aseguraban, con convicción, es que los enemigos del proyecto me habían hecho brujería. Medio repuesto de ese corto circuito regresé a continuar con el trabajo y algunas mujeres, entre ellas la adorable Lala, decidieron protegerme, impidiendo que cualquier otra persona se encargara de hacerme los alimentos; también me ofrecieron brebajes (deliciosos e inofensivos), con los cuales se me protegía de “cualquier maldad”. La danza con las almas se estrenó en las playas del Triunfo de la Cruz el 22 de junio de 1996. Desde entonces el grupo ha manejado y administrado su obra de forma autogestionaria e independiente a tal grado que no ha necesitado de mi presencia para hacerse cargo de lo suyo. Formado por pescadores, amas de casa, agricultores, ha sabido desenvolverse con ejemplar propiedad y solvencia. Invitados a festivales, han viajado por varios países de América y los han contratado inclusive para ofrecer y recibir talleres en Costa Rica, Panamá, Guatemala, Brasil y, últimamente Cuba. Quienes coordinan las actividades son una ama de casa (maravillosa primera cantante), la llamada Neta y Júnior Clother, carpintero, albañil, músico, tamborista, y bailarín dotado por los dioses. Con este singular ejemplo poca duda queda de que la sociedad garífuna ha comenzado a tomar las riendas de su propia historia y destino. ¡Que bueno que así sea!

Grupo Lanígüi Mua, 1996, En la foto, en el centro, el licenciado Ricardo Martínez (Director de turismo) y el primero de la izquierda, el profesor Natividad Rochez ( Asistente).


Los niños de la comunidad (Proyecto de construcción de la casa del niño realizado por los miembros del colectivo)


















Introducción II

Conflictos entre las religiosidades . 
“El Dogu” Un ceremonial estigmatizado


Este trabajo se realizó en la aldea garífuna de “El Triunfo De La Cruz”. En este caso se trata de rescatar y revalorizar un ceremonial “El Dogu”, a través de la “visibilizacion” de un ritual que es el núcleo central de la visión cosmogónica garífuna.

En New York
La escena comienza en la ciudad De New York en donde vive el personaje. Allí se enferma, visita varias veces a los especialistas, no lo curan, un familiar le aconseja regresar a la comunidad, a su pueblo de nacimiento, “que allí se curara”, el responde “si no me curo en New York como crees que en el pueblo posible será”, ante la insistencia decide regresar, en el pueblo la familia opta por celebrar la ceremonia del “Dogu” (dura cuatro días) a fin que los ancestros bajen a ayudar. En efecto, los ancestros bajan y el enfermo cura, aunque al final se vea obligado a regresar a la gran ciudad “ya que en Honduras trabajo no se puede encontrar”.

En este caso se trata de defender el derecho de cualquier sociedad a conservar sus rituales religiosos (el que nos ocupa, abierto, gozoso y de belleza singular), algunos de las cuales como el “Dogu”, ha sido estigmatizada por las religiosidades oficiales e inclusive prohibida su manifestación durante décadas por regímenes políticos dictatoriales en Honduras.

Este prejuicio todavía perdura en numerosos sectores de la población Hondureña y , en otras supuestamente “más desarrolladas” como lo sería el caso de la ciudad de Cancún en México, en donde la presentación de la obra a efectuarse en el marco de un Festival internacional de Cultura, se suspendió debido a las presiones ejercidas por las autoridades eclesiásticas y civiles.( ello sin saber siquiera de que se trataba. Se actuó así inducidos por rumores ) Difícil resulta poder explicar el que ocurran estas irracionalidades en las postrimerías de siglo XX pero el hecho es que aún continúan existiendo.

El rescate de esta ceremonia , ha servido para ayudar comprender y aceptar esta visión cosmogónica con la que se celebra la vida y la muerte, y en la cual se sintetizan de manera sincrética las religiosidades cristianas con las indígenas precolombinas y africanas.

El formato de la escena es la de una especie de “opera”, cantada, bailada, de principio a fin. Ha sido presentado, tanto en Honduras como en otros países Latino Americanos incluyendo Brasil. Para poder llevar a cabo este trabajo me traslade a vivir a la comunidad durante 11 meses. 

“Grupo Lanigui Mua” (corazón de la tierra) es el nombre del colectivo que hasta ahora continua presentando “La Danza Con Las Almas”.



Prensa





Premio Nobel de la Paz












El Salvador





Brasil
Tercer Encontro Mundial Das Artes Cenicas  

En México





Enlaces

Obra completa (San Jose de Costa Rica)
vídeo filmado sobre la marcha, y con algunas lagunas técnicas (1 hora 12 minutos)





DISPONIBLE EN LIBRERÍAS


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